Noches de sábado ~Capitulo único ~

22:23 *Mony-san* 0 Comments

Sorprendentemente la semana había pasado en un abrir y cerrar de ojos. Estaba a un cien por ciento seguro de que lo que ahora mismo vivía y sentía solo era uno de esos sueños que aterrándome a cada noche me decían la clara idea de mi vida y aunque no quisiera admitir que eso era cierto yo solo me hacía a la idea de que podía cambiarlo.

Les veía caminar de la mano como en realidad nunca les vi, sonriendo como nunca lo hacían entre ellos mismo, besándose incluso a como me besaría a mí. Mil palabras salían de aquellos labios, de esos que deberían pertenecerme, de esos que yo estaba seguro se hicieron adictivos a los míos como yo de los suyos. El sentido en las manecillas de aquel gran reloj de la sala giraban al lado contrario, daban vuelta muy rápidamente, y yo solo seguía torturándome al verles. ¿Qué era lo que tenía el? ¿Qué era lo que tenía que cambiar yo? qué diablos era lo que tenían sus labios para verles saborearse incluso antes de besarse.

¿Qué tenía él en mi sueño para robármelo hasta en ellos?

— ¿Taka? Takashi despierta…

Lo sabía, sabía que de alguna manera su sueño era tormentoso al mostrarle su cruda y cruel realidad, a decirle y ponerle bastante en claro que aquel que ahora le despertaba no le pertenecía del todo. Suspiro despacio llevando sus manos al rostro, quitando con ellas el poco sudor que el sueño había dejado caer sobre su frente, cruzando miradas después con el otro que tenía un gesto bastante preocupado en su rostro. Sonrió ladino.

— Solo un mal sueño… — comento en susurro, suspirando entre sus palabras.

— ¿Qué soñabas? ¿Tan mal lo he hecho como para dejarte un trauma? – Saga rio ante el comentario – Oye, no te rías… —

— No es eso… solo que.

— ¿Solo qué?

— Nada, olvídalo…

Saga se subió sobre su cuerpo, besando una y otra vez aquellos labios que le correspondía por igual, masajeándolos lentamente, atrapándolos con unos movimientos inimaginables que hasta al mismo pelinegro impresionaron. Sin querer había notado ese tipo de cariños desde hace unas semanas o meses tal vez.

Nuestra relación, si es que así se le podía llamar, había comenzado en aquella tarde donde habíamos ido a celebrar por un buen trabajo realizado en el live. Era verdad eso de que con unas copas de alcohol dentro de tu cuerpo puedes llegar a cambiar drásticamente tu personalidad, haciéndote comportar de maneras, sin duda, entre cada ser humano, diferentes. Algunas veces triste, llorando hasta tratar de ahogarte con tus propias lagrimas por cualquier tontería del pasado. Estar tan alegre hasta el punto de ponerte a bailar sobre una mesa o simplemente quedarte haciendo nada así como yo.

Esa noche había ido corriendo al baño casi devolviendo la comida que había ingerido por la tarde, siendo seguido y no sabiendo el por qué, por aquel guitarrista compañero y amigo de la banda. Tora había llegado a frotar mi espalda con suma impaciencia diciendo palabras como “si sabias que esto pasaría no hubieras tomado tanto”. Aunque lo susurraba, aunque lo decía lo más bajo yo había alcanzado a oír eso: “Aun, así te quiero” o por lo menos yo eso había oído. Trate de separarle, trate de que aquellas palabras no afectaran y comencé a caminar sin decir ni una palabra o dignarme a mirarle de frente.

Sus manos habían bajado hasta mi cintura, deteniéndome al pensar que tal vez yo caería al suelo, sujetándome tan fuertemente que sentí enternecerme. De ese día, vagamente, recuerdo que gire a mirarle con enojo y al segundo de hacerlo él ya me estaba besando tan tierna y a la vez tan apasionadamente y yo de estúpido había correspondido.

— Es domingo. A dónde quieres que vayamos a desayunar…

— No lo sé Amano. — Rio acomodando su cabello aun sin quitarse de encima de su cuerpo, delineando el pecho del pelinegro a momentos – sorpréndeme… —

Qué diablos tenía él, que era lo que Tora podía llegar a sentir escondido por aquel cuerpo que le pertenecía, no siempre, pero sabía que era suyo. Cuanto llevaban ya de esta manera, ¿días? ¿Meses? No, Tora llevaba una cuenta exacta de siete meses, equivalentes a treinta y tres sábados en los cuales compartían todo, absolutamente todo. Pero porque no poner en claro todos sus sentimiento, no, ¡él los tenía claros! El indeciso sin duda aún era Saga.

Pero no era indecisión, era tanto el miedo lo que el bajista tenía, miedo a que si le decía sus verdaderos sentimientos, el otro le dejara después botado por irse con su real pareja.

Ambos después de mimos se levantaron sin querer queriendo, caminando sin pudor por toda la habitación desnudos, entrando al baño para ducharse como siempre, juntos.

Sus manos viajaban a cada momento por mi cuerpo, arrastrando el jabón desde mis piernas hasta mis glúteos. Aun sentía ese dolorcito en mi estómago, aun se estrujaban mis intestinos cuando le tenía tan de cerca como ahora, subiendo la barra de jabón, tocando mi espalda, mi pecho y vientre, pegándose a mí para que el jabón olor naranja se impregnara entre los dos.

Sus labios siempre me pertenecieron, sus caricias siempre fueron únicas ante mi cuerpo y su amor, si es que lo tenía, estaba seguro solo era para mí. La punta de su sedosa lengua jugo con mis labios, adentrándose a su manera, casi atragantándome. Saboreándome, mordiendo a cada momento haciéndome prender.

— T-Tora… — jadeo.

— Juro que quiero tenerte ahora y hacerte el amor hasta cansarme… — dijo sobre su oído, mordiendo con la punta de sus dientes — pero es domingo y quiero pasarla fuera el día hoy contigo. –

— Últimamente ya no es solo los sábados. – rio avergonzado – Tora, que pensara tu novio si lo dejas solo en tus días de descanso… —

— Nada y eso no tiene por qué preocuparte.

Su voz había sonado tan serena, pronunciándolo sin ningún tipo de importancia. Pero era verdad, no le tomaba importancia y no le importaba lo que estuviera haciendo. Al terminar de bañarse ambos se arreglaron casualmente, casual a su propio estilo, jeans, botas, tenis, sudaderas o hasta la chaqueta del pelinegro, con sus gafas, con su cabello lacio caído sin arreglar.
Había estado manejando de lo más normal, mirándole por sobre las micas oscuras de las gafas, sentía esa necesidad de siempre tocarle, de por lo menos fastidiarle su día para así después tenerlo entre sus brazos, besándole, haciéndole el amor como cada sábado.

Llegaron a su destino, sin querer a aquel lugar que el pelinegro sabio le encantaría, a aquel lugar que se había hecho frecuente perdiendo en el parte de sus días libres.

*************

Las semanas habían pasado rápidamente, como siempre, solo teniendo ensayos necesarios para que no olvidaran sus notas, para que el vocal no dejara descansar su bella voz. Saga ahora mismo fruncía el ceño, era la hora del descanso de “cinco minutos” como decía el líder, un descanso que se podía extender más de una hora si coincidían con los malditos de the GazettE, esos que solo les venían a quitar el tiempo.

Pero no era eso, no era que todos en su mayoría se ganaran mi hermoso odio, sino, que solo él, solo la maldita presencia de ese guitarrista Gazetto me jodia la vida, su existencia, la hora en la cual podía tener tiempo para así platicar con mi Tora, no, en realidad aun no era mío…

Sus miradas se cruzaban con la mía, su asquerosa sonrisa sincera era lo que más me dolía, era lo que más me hacía sentir culpable del que su pareja lo engañara conmigo. Sus sonrisas sin duda eran distintas, tan diferentes a las de hace semanas, ahora no se tomaban de las manos por sobre la mesa, ahora incluso sus caricias era nada más que superficiales.

— ¿En qué piensas? – las palabras de dicho pelinegro Gazetto le tomaron desprevenido.

— En nada… — suspiro — ¿Sucede algo Aoi-san? –

— No. Solo quería platicar contigo.

— ¿Conmigo?

— Sé que sonara estúpido… — rio nervioso – pero le he preguntado a la mayoría. Dime. ¿Si tuvieras una cita a donde llevarías a tu pareja? –

— ¿Eh? Aoi-san, sales con alguien…

— Si bueno… como decirlo… – rascó su cabeza – le he preguntado a todos y siempre me contestan con un “a donde sea está bien” ¿piensas lo mismo? – Saga negó rápidamente.

— Si me permites darte un consejo, yo diría que le llevaras al lugar donde le llevo por primera vez. Si eres una persona detallista llévale o dile algo que tu creas le encantara.

— Gracias Saga me has ayudado bastante. – sonrió.

Le vio alejarse, caminando rápidamente hacia la mesa de su baterista, para después todo el grupo salir de la cafetería hacia su sala de ensayos. Tora le observaba, sonriendo porque Saga estuviera platicando aunque fueran unos minutos con el guitarrista Gazetto, con verle una miradita asesina hacia su persona cuando todos se alejaron.

Entraron al llamado de su líder ensayando sus dos últimas horas del día. Se perdió en el sonido de su propio instrumento, embobándose después en aquel solo, en esos movimientos que el pelinegro hacía. Esta vez tocaron “Fuurin”, aquella melodía que le provocaba suspirar, aquella melodía que incluso le enternecía con las solas palabras de su vocal. Mirando a Tora, mirando a la nada.

— Nos vemos el lunes… — Dijo el baterista.

— Hasta luego… — Hablaron con cansancio.

— Cuídense. – dicho esto, Shou salió seguido por el rubio guitarrista.

El ensayo había terminado satisfactoriamente, quedándome solo junto a las guitarras recogiendo mis pertenencias. Tora al ver que los otros dos salían de la sala me tomo por las caderas susurrando un “Hoy es sábado”, dejando un beso en mi mejilla. Lo sabía, sabía que este era uno de esos días, porque era el que más me gustaba. Pero su voz sonó diferente, ese tonito de arrepentimiento en sus palabras me decía que algo andaba mal.

— Hoy te llevare a cenar… — dijo Tora mirando la sorpresa del otro — y no pienses mal, que no es una cita… —

— Nadie dijo que sería una cita. – sonrió nervioso

— Lo pensabas, estoy seguro. Voy por ti a casa en dos horas.

Salió, Saga le vio salir sin siquiera mirarle, sin siquiera recibir una de las tantas nalgadas que le daba cuando se marchaba. Estaba actuando raro y eso lo había notado desde que  le había visto platicar con el guitarrista castaño Gazetto.

¿Me iría a dejar? No, no lo haría porque en realidad nunca estuvimos juntos…

Salió de la sala caminando despacio. Era tan rara la vez que Tora le invitaba a cenar en un día como hoy. La verdad es que nunca tuvieron la necesidad de salir a cenar si a los dos les gustaba quedarse en casa, en su cama, abrazados como si desvivieran por ello. Platicando cosas sin sentido, de sus problemas personales, de sus problemas pasados. Aun no creía que Tora estuviera haciendo todo esto solo para cortar con el tipo de relación con la que sobre llevaban.

El camino a casa se hizo excesivamente largo, sus pensamientos le quemaron sus neuronas con lo mismo. Los sábados no cenaban, los sábados no tenían que pensar en otra cosa más que ellos, el sábado solo era para los dos no para los demás… sus sábados se estaban haciendo raros de unos meses para acá.

Tomo un baño pero no se cambió, no peino su cabello y mucho menos se había perfumado, solo unos pantalones holgados y una camisa blanca con la toalla sobre su cabeza. Tomo una cerveza del refrigerador y se quedó sentado sobre el sillón sin mirar nada, solo aquella lata que sonaba y tronaba cuando la apretaba.

La puerta se abrió a los minutos, sola, gracias a aquellas llaves que el pelinegro tenía.

Anonadado era la palabra correcta. Aquella ropa informal en color negro, sus pantalones ceñidos a su cuerpo, una camisa oscura, sus botas, esas que tanto le gustaban, y aquella chamarra de piel que yo le había regalado. Sorprendentemente sus ojos estaban delineados en un ligero color café, sus pupilas atigradas maravillosamente hermosas y su cabello oscuro tan bien arreglado que se me hacía irreconocible.

Me miro con enojo cruzándose de brazos, caminando a los pocos segundos para quitarme la cerveza de las manos y tomarme de las mejillas para que le mirase, suplicante, con un miedo que claramente supe distinguir.

— Saga… ¿Qué pasa?

— No… ¿Qué te pasa a ti? — Dijo dolido — nunca me invitas a cenar, nunca salimos de casa los días como hoy. Si quieres terminar con esto, solo dilo, solo grítame que las cosas con Uruha van de maravilla y no quieres engañarle más, solo dímelo aquí, ahora, para después no venir por la calle riendo por lo estúpido que fui… —

— Siempre me pones las cosas difíciles, Takashi. — Dijo con enojo — ¿Qué es lo que te duele? ¿Venir caminando por la calle riendo como un idiota porque me di cuenta que hago mal engañando a Uruha? ¿o porque aun lo quiero y no quiero dejarlo? —

Estaba shockeado, sabía perfectamente que Tora no podía dejar de querer al otro, que nunca le cambiaria y siempre seguiría siendo yo el segundo. Pero no me lo merecía, no soportaba que me restregara en la cara que aún le amaba, que yo no había sido capaz de sacarlo de su mente y no haber podido aprovechar los días para demostrarle que me traía completamente loco, que lo quería, lo amaba, no… que lo amo.

Sentí unas enormes ganas de llorar al no saber cómo decirlo, al no saber cómo detenerlo para que no me dejara tirado como la basura que era, de gritarle que no se fuera con él, que se quedara conmigo, que me amara, que me hiciera el amor como siempre, que me besara o que por lo menos me abrazara.

Saco su celular ante la atenta mirada del castaño, marcando un numero rápidamente, lo tenía grabado, se lo sabía de memoria y aunque ya no marcaba del diario como antes lo hacía, aun no lo olvidaba. Saga seguía con la cabeza gacha sin mirarle, solo cubriendo su rostro. Espero a que en la otra línea contestaran mientras con su otra mano desocupada quitaba aquellas del bajista, mirándole, sintiéndose culpable por sus cristalinos ojos.

Junto sus labios mientras contestaban con un “Hola”, sintiendo que al estar cerca aun sus labios junto a los de Saga este temblaba al oír la voz tras la línea. Le abrazo por la cadera pegándole a su cuerpo y sin dejar de mirarle contesto.

— Uru… discúlpame con Aoi-san. Dile que esto era más difícil de lo que me dijo.  — Hizo una pausa — Dile que merezco un castigo por hacer llorar a Saga antes de llevarlo a cenar a su lugar favorito. Antes de decirle que lo amo… —

No supe cuando fue que colgó ni incluso me di cuenta para cuando él ya me tenía recostado en el sillón besándome, repitiéndome a cada momento que era un estúpido. ¿Uruha? ¿Aoi? ¿Qué me amaba? Esto era un juego ¿verdad? Esta tenía que ser la última broma que tendría antes de morir. Me lo repitió una y otra vez. Entre cada beso me decía que me quería, entre cada caricia me decía que me amaba y cada que quitaba una de mis prendas me decía lo tonto que podía llegar a ser.

Sus labios recorrieron todo su cuello con lentitud, dejando fragmentos de sus besos sobre cada parte tocada, sobre cada parte lamida, sin dejar marcas solo su saliva marcando como cualquier animal, su territorio. Tora se levantó de su cuerpo mirándolo con esos ojos tan engañosos, con esos ojos repletos de miedo y felicidad. Tomando su mano y ese cuerpo desnudo sobre sus brazos.

Saga gemía. Su hombría estaba presa entre su propio cuerpo y el pantalón del pelinegro pidiendo atención, necesitando aquella lengua del guitarrista en toda su extensión.

Tora le tomo por las caderas, besándole, caminando hacia la ya conocida recamara. Sentó a Saga sobre la cama haciéndolo retroceder mientras el gateaba. Veía ahora le vergüenza del bajista, sus mejillas completamente sonrojadas con algunas palabras que simplemente no podían salir de sus labios. Quito su chamarra, su camisa, sus botas y calcetas con la ayuda de sus propios pies. Desabrocho su pantalón ante la atenta mirada de aquel ser nervioso.

— Estas más avergonzado de lo normal – dijo gatuno relamiendo los labios del otro.

— N-No es cierto…

— ¿Tomaste un baño para mí? – El otro negó rápidamente – tienes ese aroma a naranja que tanto me gusta… —

— No… no es cierto… — negaba, no lo creía, simplemente no caía en la cuenta de que todo aquello fuera verdad – No me mientas… —

Tora le miro por un momento, aquellos ojos que estaban fuertemente cerrados le decían que no estaba seguro de sus palabras, que todo incluso podía llegar a ser uno de esos sueños que le atormentaban por las madrugadas. Comenzó a besarle, siendo correspondido al instante, escuchando sus jadeos, sus remotas lágrimas.

— Siempre fuiste indeciso — dijo Tora, sin dejar de hacer contacto con su cuerpo, sin dejar de besar cada parte que se le atravesara — Yo desde aquella vez me atraías, desde mucho antes sentí algo que ni el mismo Uruha me hizo sentir. Saga, desde hace meses, cinco para ser exactos, le he dicho la verdad, le deje por estar contigo, por querer escuchar que tú por lo menos correspondieras a algo de lo que yo te daba… un poco amor de lo que ahora te doy. — bajo la mirada.

— Si… si me lo hubieras dicho desde antes, si solo te hubieras dignado a decirme lo que sentías yo estaría bien, yo no me sentiría morir cuando te veía cerca de él, cuando ibas a platicar a cada momento, cuando me dejabas en los ensayos solo para ir con él y… Aoi.

Caí estúpidamente en la cuenta de que yo estaba mal, de que él nunca había estado del todo a solas con Uruha, que Aoi siempre había estado junto a ellos hasta hace unas horas, cuando él, había llegado a pedirme un consejo que más bien había sido una pregunta directa de lo que a mí me gustaba para ir corriendo a decírselo después a Tora.

Lo abrace, ¡maldita sea! Me deje abrazar por el cuándo entendí completamente todo, cuando sabía que aquellas palabras cada que me hacía suyo no eran del todo imaginadas por mi mente. Siempre decía “te quiero” siempre decía “Amor, vayamos a desayunar” siempre hacia lo posible para estar conmigo solo ese día, solo el día que sabíamos tendríamos libre a la mañana siguiente… solo era yo quien lo podía hacer sonreír estúpidamente cuando decía alguna de mis tantas tonterías.

— Déjame hacerte el amor, pero esta vez diferente a siempre… — susurro mientras quitaba su pantalón y toda la demás ropa que pudiera llegar a tener, quedando a horcajadas de su miembro para tomarlo con delicadeza — déjame escucharte, déjame sentirte y por lo menos regálame un poco de lo que te doy… —

— S-Siempre lo tuviste… — jadeo — siempre tuviste todo de mi… —

Sus manos se aferraron a los cabellos del más alto, imponiendo el ritmo que necesitaba, mordía su labio, si aquella lengua seguía jugando como hasta ahora lo hacía estaba seguro terminaría en cualquier momento. Las succiones se intensificaban más, aquella opresión delirante que la boca y labios del otro le daban le provocaban gemidos vulgares, sus labios temblaran, cada parte de su cuerpo hasta lo más profundo se estremeciera.

Saga lo separo, le jaló hacia arriba por sus cabellos ganándose una mirada asesina que rápidamente desapareció. Abrió las piernas con descaro sintiendo que su sexo explotaría en cualquier momento si algo mas no intervenía. Le beso despacio bajando su mano hasta tantear la grande hombría del otro, masajeándole y apretándole con los dedos escuchando sus gemidos en sus labios, sintiendo sus uñas casi enterrarse a sus caderas, pegándole a su cuerpo, provocando que sus miembros se rosaran deliciosamente uno contra el otro, tallándose, levantándose al máximo.

Había tomado mis caderas una vez más con precisión, levantando las suyas pegándose cada vez más, imitando envestidas sintiendo que si seguía de esa manera terminaría atravesando mi bajo vientre y partiendo de paso lo único que tenía como orgullo. Baje mi mano, ¡al diablo con el puto orgullo! Enterré dos de mis dedos de una sola estocada a mi interior. Tato de quitar mi mano, de sacar mis dedos, de hacerme sufrir pero no lo deje, jale su cabello, pegue su rostro al mío y sacando mi lengua la junto con la suya.

Adentre un tercero dejando un dolor horrible, no había utilizado ningún lubricante más que el puro sudor de mi cuerpo, la pura humedad que tenía entre las piernas. Mordió mi labio, Tora estaba completamente excitado, mirándome, relamiéndose los labios al verme jadear, al verme gemir su nombre cuando yo era el que se tocaba. Saco mis dedos de un solo movimiento. Le maldecí.

— Tu no… yo soy el único que te debe de hacer gemir…

Abrió las piernas del otro con descaro, con fuerza, bajando con sus labios desde su cuello, succionando con fuerza para dejar las marcas rojas sobre su cuerpo, su pecho, sus pezones, bajando así con la punta de su lengua hasta llegar a sus piernas. Le encantaba ese cuerpo, todo aquello que pudiera encontrar nuevo, aunque de verdad que ya no había nada nuevo que descubrir.

Le recostó mejor, tomo su miembro, enterrándolo tan rudamente que la espalda de Saga se arqueo hacia atrás tan deliciosamente. Toco con sus manos todo aquel pecho desnudo antes de comenzar a moverse, le miro mientras el otro aun sonrojado extendió sus manos hacia arriba, pidiendo que se acercara, abrazándose a su cuello y besando su oreja como solo él sabía hacerlo.

— Muévete… — jadeo sensual — párteme el trasero en dos Shinji… —

— Me encanta cuando hablas así…

— Me encanta el no poder levantarme al otro día…
Tora comenzó a moverse. Comenzó a envestirle con tal fuerza que Saga deshizo el abrazo para cubrir su boca, para no gemir de aquella manera que encendía al pelinegro. La cama rechinaba tan fuerte y hasta tal vez los vecinos la escucharían.

Tocaba aquel punto y lo sabía. En cada estocada Saga solo dejaba salir un quejido junto a un fuerte grito placentero. Junto a un gemido que se ahogaba en sus manos. Tora sin dejar de moverse, sin dejar de abrir más las piernas del otro, quito las manos del otro para así tratar de besarlo y aunque eran besos torpes, los disfrutaban.

Llegaba hasta el fondo ¡Maldita sea! Me estaba provocando delirar como cada noche. Sus manos bajaban, me ayudaban a que mis caderas se movieran sobre el colchón, a que su propio cuerpo tuviera un apoyo para moverse hacia adelante, para penetrarme como una verdadera bestia y lo lograba. Lograba que siempre le pidiera por más, que siempre gritara su maldito nombre de manera sensual y él siempre decía que amaba esa parte de mí.

— Mas ahhh… Amano, maldito… mas, hazme correrme contigo…

Le prendía tanto que hasta el mismo no sabía de qué manera contestar. Sus envestidas se hicieron más certeras y sin dejarlo de hacer se levantó quedando sentado, levantando a Saga para penetrarlo con más fuerza, para pedirle que se moviera, para poder ver esa parte vulgar que Saga escondía a cada momento.

Se detuvo por sus hombros, auto penetrándose cuando Tora se lo pedía, cuando el mismo le jalaba hacia abajo por las caderas. Juntaba sus frentes, buscaba que sus respiraciones chocaran pero no lo lograba. Tora estaba agachado con los ojos fuertemente cerrados tocando su trasero, aferrándose a su cintura masajeándole le volvía a tomar de las caderas para empujarle una vez más hacia abajo.

Su miembro fue preso por la mano maestra del pelinegro, quien frenéticamente y con la respiración acelerada comenzó a masturbarle.

No me di cuenta cuanto fue el tiempo que yo me seguí moviendo, el tiempo en el cual me había arrojado tan bruscamente al colchón para volverme a envestir con sus propias fuerzas. Mi cuerpo dio su mayor esfuerzo, permitiendo que llegara a tres de mis mejores orgasmos, a sentir como en la misma cantidad de veces Tora terminaba en el interior de mi cuerpo. Como era que después no tenía ni la más mínima intención ni salir.

Sus manos rodearen mi cuerpo por la espalda cuando me tenía en cuatro sobre la cama. Tocaba mi duro sexo con descaro, diciendo cualquier palabra que me pudiera prender una vez más y aunque lo logro solo se dedicó a hacerlo despacio, a demostrarme que no solo con rudeza podía llegar a hacernos sentir bien, a mostrarme que tenía otra personalidad con la que siempre actuaria de ahora en adelante.

Sus envestidas fueron leves, sacándome suspiros, dejándome completamente extasiado, sorprendiéndome que con solo aquella manera tan tranquila de hacerme el amor pudiera llegar hasta el fondo y pudiera hacerme gritar sobre su oído y labios, llegar a poder dejarme completamente satisfecho a mí, y por supuesto a èl mismo.

Sonreía, le daba una gracia enorme cuando Saga reclamara después de haber tenido una deliciosa noche. Le tenía abrazado, Tora se había recargado en el respaldo de la cama, sentado con las piernas abiertas y Saga encima suyo, importándole una mismísima mierda si aquello se levantaba con sus movimientos, no importándole si le perforaba una vez más el trasero. Solo habían tomado una sábana para cubrir la espalda del bajista.

Se miraban, sus insistente ojos miraban los otros con interés, buscando el momento para hablar, los segundos adecuados para poner todos sus sentimientos en orden, por lo menos Tora no necesitaba hacerlo, el único aquí quien tenía que hablar claro, quien tenía que tragarse su maldito orgullo y mandarlo al caño era Saga, que por la vergüenza tampoco había tratado de detenerle todos los días que tenían que separarse.

Los pucheros nerviosos del castaño le hicieron reír por lo bajo mientras este se pegaba a su pecho, mientras se movía con insistencia para tratar de articular cualquier palabra. Pero aun así no lo decía, no hablaba completamente nada.

— Si te sigues moviendo juro que no será mi culpa si te lo hago otra vez… — advirtió.

— Aprovecha, así vuelves a dormir el paquete que te espera aquí abajo – señalo arqueando una ceja – ¿aceptas? – pregunto divertido.

— Tengo un par de horas antes de que amanezca por completo, así que, acepto. – rio bajo.

— Eres un total amor, maldito…

— Y si sigues hablando de esa manera no me detendré.

— Aprovecha ahora que no te detengo.

Tora rodo los ojos mientras me tomaba por las mejillas para besarme, sus manos se aferraron a mis nalgas por debajo de las sabanas, moviéndolas para hacerme jadear. Mi cabeza se movía de un lado a otro mientras su lengua jugaba con la mía por fuera o dentro de su boca. Las repetitivas sensaciones en mi estómago advertían que tenía que ser directo y abierto al  decirle lo que ahora sentía, pero simplemente no pude.

— Lo piensas mucho ¿sabes? — dijo Tora, sorprendiendo al otro — has estado haciendo gestos y has estado actuando raro. Dime lo que me quieras decir y ya. —

— No tengo nada que decir… — mintió.

— Sakamoto Takashi… te conozco como la palma de mi mano. Anda, di que me amas.

— Y la puta madre… — rio leve desviando la mirada.

— Deja de joder y dime que quieres que me quede el sábado, el domingo, el lunes y toda la maldita semana… dime que me extrañas todos los días, que necesitas que venga a hacerte el amor y que usas tu linda mano para tocarte cuando yo no estoy… —

— No te des tanta importancia. – se aferró a sus cabellos, jalándolos con un poco de fuerza.

Sonrió como un estúpido, besando despacio sus labios mientras sus ojos se cerraban lentamente. Las manos de Tora seguían sin moverse, sin hacer alguna seña de intensificar su beso, sino al contrario, bajaba la intensidad, movía sus labios como si saboreara de un dulce.

— Te amo… — dijo el castaño avergonzado.
— Vez como no era nada difícil decirlo.

— Lo es para mí. Siempre quise decirte cuanto te quiero pero vaya que tenía miedo a que te burlaras y te fueras rápidamente con Uruha y olvidaras nuestra aventura…

— No era una aventura, tú y yo tenemos una relación desde ese momento y te lo demostré, cuando me aproveche del borracho en los baños, cuando deje a Uruha para estar…

— Nunca me dijiste lo de Uruha. — Interrumpió — sentí que moría, idiota. —

— Nunca me lo preguntaste. Además, no lo iba a hacer hasta que me dijeras que me amabas, como hace dos semanas que estabas a punto de gritarlo cuando te lo…

— Ya, ya entendí…

Rodé los ojos, sintiéndome en esos momentos el hombre tal vez más feliz, no sabía muy bien lo que me esperaba junto a él, o lo que pudiéramos llegar a durar si nos frecuentábamos del diario, si nos fastidiábamos a cada hora o segundo. Pero de lo que si estaba completamente seguro era de su amor y por no dejarle solo con su sentimiento, yo también le correspondía…

— Quédate conmigo Tora. Amémonos toda la semana desde ahora en adelante…

— No rompas el momento, idiota. Solo dejemos que nuestra aventura dure todos los días, que de lunes a domingo sean los mejores sábados de nuestras vidas…

~ F i n ~






Gracias por siempre leerme...

0 comentarios: