Neko's Love — Capitulo 9

23:14 *Mony-san* 0 Comments

Capitulo 9. 
History -Parte 2...

Esta noche era prácticamente como todas las anteriores, dudando pero a la misma vez con unas ansias enormes de tomar el teléfono y marcar una vez mas no importándole la hora de diferencia entre ambos países. Pero, había sido una promesa ¿no?

No podía creer que la fluidez entre ambos fuera sorprendente y que a pesar de todo, su comportamiento a través de la línea telefónica les permitiera imaginarse el uno al otro. Aunque lo negaba, le gustaba bromear, decirle alguna ocurrencia con tal de escuchar la ligera risa y tal vez nerviosa mirada a la nada. Había pedido que cada noche fuera a la recamara y se encerrará en ella para poder platicar las cosas.

“Tu serás como un agente secreto” dijo, escuchando la carcajada del castaño.

“N-No puedo simplemente espiarlos, no podría” contesto despacio. El pelinegro se lo imaginaba, estaba seguro que el otro estaría asomando su cabeza por la puerta de la recamara, parando sus orejas y cola para a los segundos regresar despacio dentro, subiendo lentamente a las sabanas de la cama. Pero ¿Por qué ahora sonreía como un estúpido? Porque obviamente recordando estas cosas sin sentido las cuales había dicho la noche anterior, ahora le provocaban algo extraño en su cuerpo y pensamientos. Tal vez, lo único que necesitaba era no hablarle por una noche, no escuchar su voz y no imaginárselo todo el momento de la plática. Estaba decidido, muy a su pesar, no hacer una llamada a menos que fuera realmente importante.

…………………………………………………………………………….

Eran las siete y treinta de la tarde, y  como cada día esperaba sentado frente al teléfono de la sala. Ya era costumbre que el contestara rápidamente y sin siquiera darse cuenta de la hora, colgara y se fuera a dormir. No estaba molesto por eso, pero tampoco era bueno dejarle ahí, sin hacer nada simplemente esperando. Tal fue su sorpresa verle suspirar mientras escondía sus manos entre sus muslos con la cabeza gacha. Estaba impaciente.

Los ojos de Saga le indicaron que se fueran y le dejaran solo por un momento.

- Uru, si necesitas algo estaremos en la recamara. – dijo el más alto teniendo como respuesta un asentamiento de cabeza por parte del castaño.

Saga había casi corrido hacia la recamara que ahora compartía con el otro subiéndose al colchón mientras recibía al más alto con una mirada nerviosa, ceja fruncida y aquellas castañas orejas levantadas. Elevando el dedo moviéndolo de un lado a otro.

- ¿Qué? – dijo el pelinegro con una sonrisa ladina.

- No Uru, Uruha.

No comprendió al instante la negación y el pedimento, pero aquellos ojos color marrón claro entrecerrados, le indicaban su molestia. Tora rio despacio volteando su cabeza. Saga simplemente le seguía mirando con la ceja fruncida.

- ¿Estas celoso? – la manera directa de Tora le ponía aún más nervioso.

- ¡N-No! ¡¿Porque debería de estarlo?!

- ¿Porque me quieres?

- ¡Yo no dije eso!

- ¿No? – su intento por arrinconarlo funciono, arrojándolo sobre el colchón. Sus labios se rosaron por un momento y ambas miradas se conectaron, una sonrisa juguetona a unos labios completamente nerviosos sin saber qué hacer. Esta era la segunda vez que ambos sentían aquella sensación extraña en sus estómagos, esa ansiedad de juntarse más hasta donde les fuera posible. – Dímelo otra vez… - y como si aquello fuera necesario para seguir viviendo, rogo por esas únicas dos palabras, una vez más.


||| FLASH BACK |||

Aún era de noche y lo podía notar por aquella falta de luz en toda la habitación y tal vez hogar. Su extrañeza no fue esa, su asombro mucho menos. Sintió dejar respirar al girar el cuerpo por completo, chocar su aliento sobre aquella calmada persona. No iba a negar que era completamente nuevo despertar de aquella manera, incluso, era una sensación mucho más reconfortable y cálida. Pero si algo había de extraño en esta situación, era el no pasar por desapercibido aquel aroma en su rostro, aquellos ligeros brincoteos que sus hombros daban una vez suspirar entre el sueño.

Para Saga, el aire tenía un agradable olor salado, y los sollozos que ocultaban dentro aquellos ojos completamente cerrados, eran lo más tierno que lograría ver en mucho tiempo.

¿Qué era esto? Porque sin siquiera dudarlo se había lanzado en un abrazo al pelinegro ocultando su rostro entre su cuerpo. Pero lo mejor de todo esto era no haber soportado esas ganas de querer aferrarse una vez haberle visto llorar, porque sabía que lo había hecho entre la oscuridad de la sala. Diciéndose millones de veces un “gracias” que no sabía para quien iba dirigido.

Y es que para Tora, después de todo lo que su cabeza aun no lograba procesar de todas las letras escritas en aquel papel, el simplemente dormir relajadamente no estaba planeado en esa ahora tranquila noche.

Sentía que Saga se acomodaba junto a él abrazándole, su larga cola acariciaba el brazo en toda longitud, que el aroma de ambos se mezclaba como siempre lo había deseado. Como desde hace mucho lo anhelaba. No había podido controlar el suspiro que le había provocado todo aquello, incluso no había podido siquiera recriminarse por lo patético y vergonzoso que se tornaba el ambiente.

Sus ojos seguían cerrados y la respiración se calmada para engañar a su compañero.

- Si yo también te dijera que te quiero tanto... – susurro despacio el castaño - ¿te quedarías conmigo? –

No podía contestarle maldita sea, no podía decirle que eso era lo que tanto había querido. Su cabeza solo pudo decir “Si” instantáneamente y su cuerpo girase a abrazarle con tanto desespero aun haciéndose el dormido. La sonrisa en sus labios era maravillosa y aunque el castaño no pudo verla simplemente se conformó por dejarse llevar ante el sentimiento que le robaba ese acto inusual en el otro.

“Tanto” fue la simple palabra que pasaba entre el pensamiento de ambos.

||| END FLASH BACK |||


Estaba colorado ¡Tora no podía estarle pidiendo tal cosa si sabía no la iba a decir! Era estúpido, tonto, cursi, era vergonzoso decirle lo que sentía si lo tenía prácticamente callándole con sus propios labios. Empujarle no podía, gritarle que se callara mucho menos si estaba en silencio esperando una respuesta. ¿Por qué le pasaba esto? ¡¿Porque Tora tenía que ser asi para provocarle nervios inmensos y terroríficos?! Solo eran dos palabras, solo tenía que decirlas para que el pelinegro le dejara en paz, pero pesaban tanto, si algo comprendía era que esas tontas palabras eran tan “inusualmente perfectas” como para terminar enamorando a una persona.

- ¿Acaso no lo sientes?

- ¿Eh? – pregunto confundido el castaño, perdiéndose en aquella maravilla mirada.

- Tú tienes la culpa de todo... – Tora se levantó un poco dejando que Saga se enderezara aun mirándole confuso – Tú me hiciste cambiar tanto que aún me sorprende. – su mano se dirigió lentamente a acariciar las mejillas aun rojas del otro.

- No entiendo.

- No tienes por qué comprenderlo ni pensarlo.

El ambiente se colocó tenso, no para Saga sino para el más alto. Ni el mismo entendía lo que estaba diciendo, y más que explicárselo al otro, aquellas palabras iban dirigidas para sí mismo, para que se preguntara e investigara el por qué había pasado todo esto en tampoco tiempo. Pero sería más fácil si se sincerara un poco, si por lo menos trataba de decir sus verdaderos sentimientos de una vez por todas, pero era orgulloso.

- Si solo lo dijeras, yo ganaría todo lo que he querido. – se dijo a sí mismo una vez más.

Saga seguía sin comprender ninguna palabra, incluso en su frente se marcaba un “explícamelo por favor”. Que más quisiera que gritar cuanto era lo que le quería, lo que le anhelaba, pero por una vez en su vida, haría caso a su corazón. A lo que Aoi le dijo en algún momento “Si nadie lo dice directamente, tú debes provocarle hasta que lo diga, pero si estas rendido ya, solo debes soltarlo sabiendo que no obtendrás nada más”. Si, las palabras de Aoi enredaban más pero había entendido el punto en ellas.

Tora un le miraba confuso, acomodándose una vez más entre su cuerpo. Esa sensación que Saga sintió al tenerle tan cerca, de poder olfatear ese aroma que le volvía completamente rojo. ¿Porque no arriesgarse a todo? ¿Porque no solo se lanzaba a su cuerpo sin saber nada más que hacer? El pelinegro le había leído la mente, le había jalado de las caderas pegándolo aún más, restregándose descaradamente.

- Me provocas tanto… -susurro despacio sobre sus labios – quiero sentir y escuchar todo lo que yo te pueda provocar. –

- ¡¿P-Pero que estas…?! – Sus palabras se cortaron al sentir una traviesa mano bajo su playera – Espe… Tora, detente. -

No aguantaría solo estar a su lado. No estaba dispuesto a solo verle dormir todas las noches sin siquiera poderle tocar una única vez. Sus manos le tomaron muy firmemente de la cintura y buscando sus labios logro regalarle el beso más encantador que hubiese recibido. Lo que quería era volverle loco completamente, que le pidiera todo lo que quisiese si sabía que estaba dispuesto a todo por él. Que se ensañara a cada una de sus caricias y que le rogara no abandonarle nunca.

Saga trataba de alejarlo, de apartarse y salir rápidamente de la recamara. Las manos de Tora eran maestras y sabían que partes tocar para tenerle a su merced. Sus besos le embriagaban a pesar de lo poco que había tenido de ellos, aunque este último había sido diferente y por más que le dejara suspirando, no sedería con facilidad si ya se imagina que haría Tora una vez obtenido lo que quería, como con todas las “amigas” que llegaban a casa.

- No llegare a mas, solo déjame tocarte, sentirte.

- ¡N-No…! – El castaño hacia su mejor esfuerzo por soltarse de los brazos del otro. – No, ahh… -

Sus mejillas se coloraron inmediatamente, sus orejas estaban completamente rojas por la vergüenza. ¿Eso había sido un gemido ahogado? Tora tenía toda la culpa por masajear su entrepierna desprevenidamente, por aplanarle fuertemente mientras adentraba su lengua a la boca que producía ese sonido excitante. Sintió desfallecer cuando su propia lengua jugaba con la del más alto, cuando sin siquiera pensarlo se dejaba recostar sobre la cama. A pesar de todo, tenía miedo, tanto que sus sentimientos lograron hacer temblar al pelinegro cuando sus ojos se cerraron fuertemente.

- No quiero que…

- Juro por lo más sagrado que son tú y Aoi, que no jugare contigo – se adelantó a decirle – Juro que a partir de este momento seré serio a lo que pase entre los dos… -

- Shinji…

- Te provocare – sus labios se juntaron en un roce – Hare que dependas tanto en mí que no aguantaras si quiera a estar cinco centímetros alejado – le beso despacio – asi lo dirás una vez más, no solo un te quiero, terminaras amándome hasta volverte loco… -

Los ojos de Saga se abrieron exageradamente, sus pómulos se colorearon junto a la completa blancura de su rostro. Ver a Tora tan decidido, con aquella mirada altiva, con esas ligeras caricias sobre su cuerpo. Un abrazo que logro asfixiarle. Aoi nunca le había explicado que tenía que hacer cuando el sentimiento se volvía mutuo, no podía escapar, pero tampoco podía declarase. ¿Qué tenía que hacer para que su pecho dejara de doler? Como era que iba a lograr desasearse de todo aquello si le tenía tan aferrado como nunca...

- ¿Quieres salir el fin de semana?

- ¿Eh?

- Pon más atención Saga. – Rio despacio cortando sus pensamientos – Vayamos a algún lugar, donde tú quieras. –

Solo atino a asentir despacio completamente coloreado de las mejillas, acomodándose sobre la cama mientras el pelinegro moviendo sus cabellos le acariciaba. Los besos se habían hecho escasos, desapareciendo no por completo. Ahora Tora se comportaba diferente, ahora, solamente con el ligero tacto le hacía dormir junto a él sin decir absolutamente nada más.

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Eran la nueve de la noche y el seguía esperando a que el teléfono de la sala sonara como todos los días. Estaba entusiasmado, hoy tenía que decirle algo que había descubierto a la hora de comer, platicarle que Tora le estaba tratando muy bien y atendía espléndidamente, pero había notado como miraba a Saga, como sin pensarlo ponía comida en los labios del otro para que este la comiera, tenía que decirle a Aoi que Tora era el mejor hermano que tenía, aunque en realidad fuera el único.

Pero estaba tardando en llamar, estaba tan desesperado a la vez porque sentía que Aoi se había olvidado de él. Era tan patético, estaba siendo abandonado como su antiguo amo lo hacía. Aunque una parte de su cabeza le repetía que Aoi tal vez estaba en horas de trabajo, pero el lado opuesto le decía que no esperara más, que nadie quería hablar con él y mejor se fuera a dormir. Sin siquiera notarlo, su cabeza estaba trabajando rápidamente.

¿Qué tal si ya estaba aburrido de escuchar tanta tontería? Si, tal vez era eso.

Sin siquiera dudarlo, con una sonrisa triste siguió esperando una llamada que por supuesto no iba a ser realizada

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Cuatro días habían pasado desde la última vez que había dormido con tranquilidad. Era justamente sábado y como dos locos caminaban de un lado a otro por toda la compañía. Nunca se había puesto una ropa tan formal ni mucho menos había peinado muy bien su cabello medianamente largo para acaparar toda la atención, y vaya que lo hacía muy bien. Caminaba lentamente por los pasillos simplemente sonriéndoles de medio lado a todo aquel le mirara con sorpresa o a toda aquella mujer que lo hiciera con sensualidad. Solo se limitó a sonreír abiertamente cuando vio llegar a aquel hombre de edad a la sala de juntas, aumentando el paso entusiasmado a abrazar a aquella elegante persona.

- Yuu. – su sonrisa le dio esa calidez conocida. – Eres todo un hombre. – sonrió ladinamente, avergonzado.

- A ti los años te conservan.

- Es una herencia de los Shiroyama. – rio escandalosamente.

La gente les miraba sorprendidos. Sus rasgos asiáticos eran sumamente notorios, asi como su difícil idioma. Era tan extraño para todos ver a dos personas tan apuestas, elegantes, con un aura amenazante a todo aquel que siquiera pensara el acercarse unos milímetros.

- Tu madre quería venir a verte pero me es imposible siquiera localizarla, justo en tu llegada tuve que salir de emergencia y termine dejándote completamente todo y ahora que te veo tengo que salir en dos hora una vez más… - comento desilusionado – sé que no tenemos tiempo para hablar pero me gustaría saber cómo van las cosas por Japón, ¿Qué hay con la compañía? ¿Cómo es que esta Shinji? –

- La compañía va muy bien… - ambos caminaron hacia sus asientos haciendo una seña para que les dejaran solos. – Sobre Shinji, bueno, todo va esplendido, creo… -

- Dejemos los negocios para después – le miro comprensivamente - Tu madre dice que ustedes se distanciaron un poco, que Shinji hablo con ella ¿Qué va mal por haya? –

- A pesar de que somos adultos, no le debemos mentir a mamá, ¿verdad? – sonrió de lado – perdón pero, me gustaría no contártelo y si es que peleamos o discutimos, arreglarlo por mí mismo. –

- Solo cuida de él.

- De eso que no te quede duda.

- Sabes que pueden contar con nosotros y que los queremos ¿verdad?

A pesar de que odiaba este tipo de cursilerías, estaba con una sonrisa de oreja a oreja. Su familia misma era la única que lo quería por todos sus defectos o virtudes y agradecía enormemente eso. La plática se extendió un poco más resumiendo algunas cosas triviales de la vida de ambos, llegando a los puntos de negocios en un término final. Se abrazaron por última vez e incluso intercambiaron un par de palabras más mientras salían de la compañía hacia el estacionamiento, siendo libre de salir disparados cada uno a su próximo destino, negocios y hogar.

Aoi no tardo en salir huyendo de ese desconocido lugar. Estaba ansioso por irse a casa, por tomar una ducha y descansar en la comodidad de su sala. Llegar a su compañía y tomar el asiento del jefe y mandar a todo aquel que tratara de llevarle la contraria, de ver a Tora, de ver a Akira, a Saga y a Uruha... esa sonrisa limpia, sus ojos ligeramente claros e incluso ese cabello castaño lacio. Necesitaba escucharle hablar como hace poco cada noche lo hacían, que le contara cosas que hizo cuando él no estaba, que le ignorara por haberle dejado plantado por cuatro días seguidos sin hacerle una llamada solo para preguntar si estaba bien…

No sabía que lo que su cuerpo experimentaba era arrepentimiento y vergüenza.

- Pasajeros con destino a Japón, favor de abordar en el 512.

Aquí fue donde su corazón palpito fuertemente, donde la presión de la aerolínea le prevenía que aunque no lo quisiera tenía que llegar a disculparse en pocas horas.

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¿Había sido abandonado? ¿Había dicho algo malo que le molestase? ¿Estaba siendo una carga? Estaba deprimido, más que deprimido, sentía que su cuerpo no soportaba más. Llevaba dos días en que no probaba bocado, en que ni el olor de la comida era de lo más agradable. Estaba consciente de que Tora se estaba preocupando y de que Saga estaba alterado, pero, se sentía tan solo a pesar de estar siendo vigilado las veinticuatro horas del día. Sentía que algo había hecho mal y que por eso Aoi se había molestado ¿Pero, que era? ¡¿Qué había hecho como para pedir perdón y no sentirse de esa manera?! Era tan humillante, era como cuando arrojas a un animal a la calle.

- Necesitas comer algo. – Pidió el más alto – Aoi se molestara con todos por no cuidar ni siquiera de nosotros mismo. – suspiro al verle negar. – Sé que fue desconsiderado de su parte no decirte que ya no llamaría, pero fue a un viaje de trabajo. -

- Hnn. – asintió.

- ¿Qué es lo que tengo que hacer? – se dijo a si mismo Tora, desesperado. – Tengo que ir a la compañía y no sé cuándo regresara Shiroyama exactamente. No quiero dejarles solos pero si les llevo conmigo Uruha terminara por morir. – Saga le miro enojado – Quédense aquí y por favor coman algo, si no llego temprano vayan a dormir. –

Uruha asintió despacio quedándose sentado sobre el sillón de la sala observando el piso como a cada momento, esperando tal vez si un insecto pasaba por milésima vez. Saga camino rápidamente hacia la puerta de la casa frunciendo los labios con molestia, recibiendo un fugas beso por parte del más alto, el a comparación de Uruha le agradaba ir a la compañía para no aburrirse.

Pasaron los minutos que en realidad fueron un par de horas, Saga comía aquello que Tora había dejado sobre la mesa al no haber tenido tiempo de sentarse a probar, los sonidos de fondo en toda la casa era ese programa de televisión parecido a un drama/comedia. El aguante de Saga se esfumo al escuchar el suspiro de Uruha.

- ¿Qué pasa Uru?

- ¿Eh? – la falta de atención era notoria.

- ¿Estas aburrido de vivir aquí?

- ¡N-No! – Elevo la voz desesperado – Nunca me había sentido tan bien en un solo lugar, es solo que, bueno yo… -

- Extrañas a Yuu.

- ¡Para nada! – Dijo atropelladamente - Además no es como si se hubiera ido y no regresara rápido como lo, había prometido… -

Escucho un click en su cabeza. Lo había prometido ¿Pero y si no regresaba? ¿Y si rompía su promesa como cuando le dijo que le llamaría cada noche y sin saber porque lo había dejado de hacer? Él no era asi maldición, Uruha no era de esos que dependiera tanto de las personas. El nunca había extrañado a nadie, nunca había sentido a necesidad de tener tantas ganas de ver a la misma persona, nunca había esperado tan impacientemente una llama, y mucho menos, nunca había sentido tantas ganas de llorar por nada. ¿Qué estaba pasando? ¡¿Qué era lo que Aoi había hecho con él?! Porque no podía simplemente dejar de pensarle de una vez por todas. Sus ojos se humedecieron ligeramente sin derramar ninguna lagrima, su miedo aumento al escuchar el latido de su corazón.

- Eres tan tonto. – Saga comprendió muy bien lo que Uruha sentía, solo se limitó a sonreír con cariño.

- Como tu…

La mirada gacha, sus labios gruesos fruncidos en una mueca infantil. Su estómago dolía y sus ojos comenzaron a arder. Sintió como Saga despeinaba sus cabellos ligeramente como un ligero asombro le detenía la respiración. Sus orejas se movieron ligeramente justo como las del otro castaño, su olfato se hacía incluso a cada segundo más delicado. Gimoteo de miedo, asombro, trato de irse cuando una de las llaves entraba en el orificio de la puerta, Saga le detuvo.

Ver a lo lejos como aquella cabellera bailoteaba en sus hombros, como con lentitud cerraba la puerta al dejar la maleta de lado. Su corazón se detuvo agolpando fuertemente su pecho. A pesar de que estaba de espaldas cerrando, su cabello negro, aquel abrigo largo o esas gafas oscuras el olor seguía siendo el mismo, la colonia seguía igual de fina y agradable.  No supo cómo reaccionar cuando retiraba aquello de sus ojos, cuando sin habla los dos solo se miraron.

Sus pálidas mejillas, su cabello desarreglado, sus labios tiritando al querer pronunciar algo y esos ojos que le decían un “Por fin llegas” fueron los que destruyeron todo en si por completo.

- Bienvenido a casa. – la voz de Saga rompió la presión en el aire. Caminando rápidamente a abrazarle, y por supuesto que Aoi correspondió al abrazo corto, jalando su cola fuertemente para que se apartara, Saga hizo un puchero.

- Tu – Uruha dio un respingo al escuchar la suave voz del ahora pelinegro - ¿N-No vas a darme un abrazo? –

Una faceta nueva que Aoi descubría, esa carita que reflejaba el alivio mismo. Uruha no le hizo esperar más, camino rápidamente al otro tener su mano ligeramente extendida. Aoi tuvo que reprimir lo que le causaba aquella calidez enorme al sentir como esos brazos ajenos le rodeaban, tuvo que aguantar las ganas de acariciar tantas veces aquellos cabellos y orejas caídas. Pero lo que ninguno se dio por enterado fue la inmensa fuerza con la que se estrechaban mutuamente.

Verle ahora lo único que lograba era confundirle mucho más.

- B-Bienvenido a casa… - escondió su rostro entre el abrigo del otro.

- Tranquilo, ya estoy aquí.

¿Porque era que esas palabras en Uruha se escuchaban tan maravillosas? No lograban ningún efecto idéntico incluso si Saga las había dicho primero. ¿Qué era lo que estaba pasando? ¿Qué tenía la voz de Uruha para ponerle de esa manera? No sabía qué hacer para que el Neko lo volviera a repetir, para tener otro recibimiento igual que ahora. Aquellas palabras “Tranquilo, ya estoy aquí” no habían sido para su castaño Neko si no para sí mismo y así poder respirar con la tranquilidad que todo su alrededor le regalaba. No quería soltarle, necesitaba quedarse abrazándole por mucho rato más. Necesitaba sentirse tan completo como ahora lo estaba.

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La tranquilidad era un poco terrorífica si se trataba de una locación donde la música era lo esencial. Aun no estaba acostumbrado a tanta relajación, a simplemente mover un dedo o pedir algo sin que él tuviera que prácticamente moverse de su lugar. Podía perfectamente acostumbrarse a ello. Era como el sueño hecho realidad de cada niño. Había hecho muy bien su trabajo, logrado cumplir con las expectativas de su hermano. Estaba claramente feliz de todo lo bien que había hecho para no descuidar el trabajo del mayor. Vestía con su mejor ropa, con esos pantalones oscuros de vestir, aquellas camisas blancas muy bien planchadas y aquel saco colgado sobre su brazo, con el mejor peinado posible para verse elegante.

- Buenas noches señor. – su sonrisa se ensanchaba cada que uno de los trabajadores o grupos mismos le hablaban con respeto e inclinaban su cabeza para despedirle.

Era una sensación difícil de explicar, a tal grado que su sonrisa boba no se borraba con nada.

- Asegúrate de agendar cualquier recado que tengas para que Yuu este por enterado… - estaba en recepción atendiendo una llamada – Si, nos vemos mañana… - suspiro.

- Es usted, ¿Shiroyama san?

Tora tuvo que girar rápidamente al escuchar la voz tras su espalda. Sorprendiéndose por lo que sus ojos veían. Nunca lo había visto y por las fintas que tenía estaba seguro lo recordaría si es que asi hubiese pasado. Su cabello castaño llegando a rubio, tan claro, con la piel blanca, esos labios gruesos, ese pequeño arete en su parte inferior adornándole la parte izquierda. Dios, aquel cuerpo bajo aquella ropa era sumamente delgada, tal vez muy bien formada. Solo atino a asentir despacio.

- Ama… – se corrigió rápidamente - Mi nombre es Shinji, Shiroyama Shinji. Y ¿Usted es? -

-  Solo dime Muzuki - extendió su mano – Es un placer conocerle. –

Su aura era distinta a la anterior, la manera de hablarle había cambiado sumamente rápido. Tora no entendía quién era esta persona que al estrechar sus manos le había causado escalofríos, que junto a una sonrisa socarrona simplemente contestaba “Es un verdadero placer”


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Gracias por siempre leerme...

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