Café para dos (Capitulo 0)

21:56 *Mony-san* 1 Comments


-CAFÉ PARA DOS-
OneShot

Los recuerdos que pudiese tener después de una noche como aquella era maravilloso, recordar los bellos momentos después de hacer el amor con el hombre de tu vida lo es aún mejor ¿Acaso se podía pedir algo más? No… la verdad es que no era necesario…

— ¿Recuerdas… el día en que nos conocimos?

— Lo recuerdo.

— Amor… ¿recuerdas la primera invitación?

— Por supuesto.


Encuentro inevitable 
Era una noche fría, una de las tantas y a la vez tan pocas que se pudieran apreciar. Era inevitable el no poder caminar por la acera de la pequeña ciudad, con solo la compañía de un abrigo y una bufanda. La tarde tornándose oscura, dando la bienvenida a la noche. Al pasar los minutos el frió aumentaba y la nieve comenzaba a decorar parte de la calle, así como los árboles y jardines de las grandes casas. Porque no mencionar que tenía una expresión algo tonta, pues a pesar de no disfrutar mucho de esa estación, este día le era algo sensacional.  Pero, el fresco comenzaba a penetrar el grande abrigo negro llegando a los huesos.

Oculto un poco más su rostro con la bufanda y siguió caminando.

Diviso un café, y pensó: ¿Porque no disfrutar de uno en este tiempo? Se adentró al lugar. A pesar de deambular todos los días por la misma calle nunca había girado a observar, así que quedó impresionado. Al entrar, una linda chica con un muy bien portado uniforme le recibió. Observo todo con lentitud, era un establecimiento grande, elegante, los olores eran exquisitos y el trato era de los mejores.

— Bienvenido. Desea que le muestre la carta.

— Si, muchas gracias.

La chica hizo una pequeña reverencia entregándole, incluso quedo un poco asombrado por los nombres de cada postre que había en ella y por igual de cada bebida. Con una leve seña a la carta ordeno su café limitándose a esperar su llegada.

— Aquí tiene.

— Gracias…

— Que disfrute de su estancia.

La chica volvió a perderse por una de las mesas más adelante, sonriendo de una manera sin igual a uno de los clientes. Era un joven que a pesar de estar de espaldas podía hacer notar su cabello negro, algo ondulado. Sonrió un poco no tomando importancia, pues pensando que la mesera estaría coqueteando con él.

Siguió poniendo atención por un rato, pues ciertamente no había nada más que hacer. Verles charlar era lo único que le sacaba unas pequeñas sonrisas, tal vez sería metiche, pero era increíble que alguien tomara tal confianza con sus clientes. Unos segundos más tarde, sin darse cuenta, su mirada cruzo con la del joven. La mesera giro su mirada rápidamente notándolo.

Aquellos ojos negros no le dejaron de mirar por un rato aun cuando con vergüenza él se había girado a mirar hacia otro lado, sentía incluso que apuñalaban su espalda. Noto aquellas facciones en su rostro que serían difíciles de sacar de su mente. Trato de no tomar importancia.

Diez minutos después de aun seguir saboreando el café, la mesera llego.

— Aquí tiene — sonrió — Es un Soufflé ángel, es dulce pero su sabor es muy bueno. —

—No disculpa, yo no lo ordene. — contesto confuso.

— Lo sé, es cortesía de la casa. — la chica volvió a sonreír y con sus ojos señalo la mesa ya conocida. El joven, ahora le daba la espalda. — Con su permiso. —

— Gracias… supongo.

Observo ese ligero decorado de chocolate en aquel plato cuadrado, con algo de miedo corto un trozo del postre llevándose el tenedor a la boca, a pesar de ser algo seco, el sabor era bastante bueno. Termino sus aperitivos y llamo una vez más a la mesera, pidiendo la cuenta, la chica aun lo miraba con una sonrisa amable. Decidido trato de pagar la cuenta completa pero lo del postre no fue aceptado.

— Esperamos su regreso una vez más.

Sonrió ante aquella sonrisa dada, haciendo una reverencia para salir del lugar, acomodando su largo flequillo a causa de la inesperada ventisca, cruzando una vez más su mirada tras los cristales de la ventana con aquellos ojos negro, recibiendo una sonrisa que provoco un escalofrió y un leve rubor en sus mejillas.


Parfait con sabor a licor…
Días para navidad, una semana exactamente. Era una de las noches en las cuales puedes pasarlas con la familia, sin embargo, no para todos es lo mismo, a veces la soledad es la mejor convivencia y compañía. Para él se había vuelto rutina ir cada viernes a ese preciso lugar y tomar alguno de los tantos cafés que preparaban, pero seguía recibiendo algún complemento dulce. No quería que pensaran que simplemente iba por el “obsequio” porque siempre trataba de pagar completamente la cuenta aun así cualquier empleado terminaba rogando a que los aceptara, siempre con el mismo pretexto sin saber por qué lo hacían.

— Buenas noches. — Sonrió asomándose un poco hacia afuera del lugar — Adelante. —

— Gracias.

— ¿Le ofrezco lo de siempre?

— No, esta vez el café con un poco de Cointreau. — sonrió deshaciéndose de su abrigo, tomo asiento en el mismo lugar de siempre y espero.

— ¿Azúcar o nata?

— Ambas, con un poco de canela. — El castaño entrelazo sus dedos observando como tomaba nota.

— Perdón mi impertinencia, pero sus gustos cambiaron un poco, como decirlo…— la chica pensó por un momento — siento que ha aprendido a tomarlo desde que viene por aquí. —

— Tal vez… — sonrió desviando su mirada hacia la calle, escuchando un enseguida traigo su orden y un ligero zapateo.

Suspiro pesadamente, la chica tenía razón y aunque no quisiera reconocerlo era la verdad, había tomado una especie de costumbre al lugar y de gusto a las bebidas calientes. En casa había tratado de preparar uno y por supuesto que el sabor no había sido el mismo, era tan sencillo que parecía un café instantáneo o de maquina despachadora. Claro estaba que no solo iba al lugar por eso. La presencia de dicha persona le provocaba cosas que locamente su mente le mostraba. Nunca había cruzado palabra, el único avance habían sido las sonrisas que por cortesía ambos se regalaban.

Disfruto de la crema sobre su café, negando con una sonrisa cuando un mesero llegaba con un plato pequeño y encima una delicada copa ancha. Pudo notar un poco de hielo en el fondo y encima crema con decorados en chocolate, sorprendido se hizo una pregunta; ¿Porque en esa estación del año, tenía que probar hielo? Sin embargo la acepto. Hizo a un lado el café y tomo entre sus manos el postre dándose cuenta que justo debajo de ella se encontraba una pequeña nota. Comenzó a leer mientras disfrutaba de su presente.

Dicen que el Parfait es delicioso y que a pesar de ser frió, la consistencia no sabe cómo tal. Un festín francés que en San Valentín sería un excelente regalo y más cuando hay una pizca de licor, dejándote el sabor a un ligero beso…

¿Qué diablos era esto? ¿Un ligero beso? A quien se le ocurría escribir tal cosa. No pudo notar el sonrojo que tenía mientras leía, aumentando cuando el pelinegro pasaba a su lado con una bella sonrisa dejando al descubierto un hoyuelo en su mejilla.


El dulce pecado…
Navidad había gratamente era en viernes, día en que como de costumbre iba a aquel lujoso lugar. Sentía la necesidad de algo dulce en su boca. No le importaba mucho que por estar fuera, se perdiera de las llamadas telefónicas de sus padres para felicitarle, era especial, sí, pero a él no le importaba festejarlo.

Salió de casa y camino despacio por las calle. Pero una vez llegar a su destino pensó en si entrar o no, era día festivo y se imaginó que cerrarían temprano o que no habría mucha gente y solo estaría rodeado de meseros, mas sin en cambio con un suspiro se resignó a entrar. Al hacerlo sintió aquella calidez y aquel aroma fuerte y dulce a la vez, lleno sus pulmones, inundándolos mientras una sonrisa boba se dibujaba en sus labios. La mesera corrió rápidamente a darle la bienvenida acompañándole a su mesa. Se sentó en un lugar que más por querer había sido porque prácticamente la chica lo había arrastrado. Tomó asiento.

— ¿Algo en especial? — pronuncio la mesera con esa ya sabida sonrisa.

— Si, este un…

Se quedó completamente callado, observaba en cámara lenta como un hombre alto, y cabello negro se sentaba justamente frente a él. Se quedó callado, no pudo articular palabra ante la distancia que ahora había en ellos. Observo como cruzaba su pierna mientras que colocaba un bastón junto a su silla. Pestañeo un poco con la ceja enmarcada, ¿porque justamente él, se sentaba en su mesa? Se sintió presionado a mirarle cuando el otro le observó con profundidad.

— Trae el nuevo — dijo, aquella voz era grave, pero delicada, tan fina que le provoco tragar saliva.

— P-Pero Joven Yutaka, aun…

— Sakí chan. — Elevo un poco la voz — Por favor. — la chica asintió y casi corriendo se fue del lugar dejándolos completamente solos — No importa que me siente contigo, ¿verdad? —

— Supongo que no… — respondió despacio desviando su mirada.

— He notado tu presencia muy seguido últimamente. — comenzó con una plática ligera.

— Si, bueno… — no supo que contestar, sentía nervios, pues la seguridad que siempre solía tener, ahora mismo estaba desapareciendo.

— No quiero sonar atrevido, pero me podrías decir tu nombre.

— Murai… Murai Naoyuki.

— Uke Yutaka, es un verdadero placer.

Naoyuki noto que aquel hombre era educado, se sintió de una manera estúpida cuando ambos estrechaban su mano. Pensó que por la manera de vestir en el otro ahora se encontraba hablando con una persona tal vez adinerada. No quería mirarlo pero aun así seguía sintiendo clavada la del otro sobre su cuerpo, giraba su rostro hacia distintos lados que no fueran el frente, movía los pies de una manera nerviosa haciendo sonreír a Yutaka.

— Aquí tienen. — La chica tenía la intención de poner el plato primeramente delante del pelinegro. Pero este señalo al frente, la chica comprendió y le extendió el plato primeramente al castaño — Con su permiso. —

— Vaya, este no lo había visto… — Pronuncio Naoyuki con algo de sorpresa.

— Efectivamente, sale a la venta mañana.

— Entiendo… — pronuncio despacio — Pero… ¿Cómo es que sabe eso? —

— Soy el dueño, además me encargo de toda la elaboración.

Naoyuki le miro directamente por primera vez. Vaya sorpresa, no entendía como era posible que un hombre como él fuera precisamente el jefe, bueno, eso era comprensible sabiéndolo y observándolo, ¿pero él era quien elaboraba todo aquello? ¿Cafés, postres y demás? Para Yutaka si fuera posible rompería en risas, el rostro de Nao era de total confusión.

— Y bien, me podrías decir que te parece… — Kai seguía con la misma posición observando al castaño, señalando con su otra mano el plato justo frente a él. Observo con calma como Naoyuki cortaba un poco de ese pastelito en forma de corazón sonriendo después por la sonrisa hermosa que le daba el castaño — ¿Y bien? —

— Delicioso… ¿Cuál es su nombre?

— Sweet Sin.

— Ah~ — no pudo decir nada más, siguió saboreando de ese postre llamado “Sweet Sin” sintiendo el dulce sabor diluirse en su boca. — ¿Puedo hacerle una pregunta? —

— No, por supuesto que no estoy saliendo con nadie. — Dijo con una risita al ver la incomodidad del otro — Era una broma, puedes preguntar cualquier cosa —

— ¿Por qué… los postres?

— Siempre he pensado que el verdadero éxito de una comida se encuentra en el postre. — Respondió — Finalmente es el último recuerdo que le queda al comensal. Muchas veces una mala comida es compensada con un buen postre o, si uno tiene una de esas cenas que cree que nunca olvidará y llega un postre exageradamente dulce o insípido, estoy seguro que este será el único recuerdo que quedara. El postre es el beso de despedida y tiene que ser como en las películas, hacerte vibrar de la emoción cucharada tras cucharada. —

— ¿E-Eh?

— Vaya, soy de las personas que no quedan satisfechas si no comen postre, siempre necesito un beso de despedida, ¿Y qué es para mí un be…? O mejor dicho ¿Un buen postre? Primero que todo debe seducir en la primera probada y dejar la sensación de desear más, no parar hasta acabar, pero jamás debe hostigar. — Sonrió un poco — ¿Me explique bien? — Una sonrisita se escapó de sus labios.

Después de esa explicación Nao y Yutaka se quedaron en silencio, mirando en segundos al otro, Yutaka no podía dejar de mirarle y Naoyuki no se quedaba atrás, justo cuando se dieron cuenta, una simple taza de café se transformaron en tres más. El reloj marcaba ya más de las doce y la noche buena había comenzado. Ellos no dejaron su plática que curiosamente, había finalizado en la espera a probar un nuevo postre.


Beso con sabor a chocolate…
Otro viernes, último día del año. Yutaka había prometido enseñar a Nao a realizar uno de los tantos postres que le habían gustado, estaba entusiasmado y no precisamente por aprender a preparar el dulce, sino por ver a aquel dueño del lugar. Curiosamente llego una hora antes de lo acordado, siendo igual de recibido pero esta vez no acompañado a una mesa, sino llevado directamente a la cocina. Sus ojos se abrieron expectantes, nunca en su vida había visto ese tipo de cocinas, tan amplia, con bastante utilería, tan reluciente.

Su vista después de segundos se perdió en aquel hombre que con un mandil probaba cada dulce líquido para decorar. Yutaka desvió su mirada y con una sonrisa llamo a su ahora acompañante a que se acercara, siendo obedecido rápidamente. Le tendió un mandil limpio y espero a que se lo colocara. Observando cómo se arremangaba la camisa y sonreía en señal de estar listo.

— Nao, te enseñare a hacer un Chiacchiere.

— ¿Chi-ac- qué? Espere ¿Me llamó Nao?

— Chi-ac-chi-e-re… — deletreo — Y si, Nao suena bien. Así que por favor, no me hables tan formalmente — sonrió mientras el otro asentía — para entenderlo mejor, el Chiacchiere es una especie de Frappe esponjado.

— Bien. — respondió sonriente.

Yutaka sonrió acomodando todos los ingredientes en una mesa, posicionándose detrás de Naoyuki mientras tomaba sus manos. El pelicastaño sorprendido hecho un pequeño brinco, más que escuchar sentido como el repostero susurra a su oído que se tranquilizara.

— Tranquilo, te ayudare a amasar.

— E-Está bien… — La respiración del otro sobre su oído provoco que cerrara los ojos.

El castaño se dejó llevar, entrelazaba sus manos con las de Yutaka por sobre la harina, su espalda se pegaba cada vez más a su pecho, prácticamente el pelinegro repartía besos por sobre su cabello. Yutaka soltó lentamente una de sus manos y tomando un poco de Chocolate líquido lo vertió sobre la harina, enseguida volviendo a lo su labor, tomando la mano del otro.

Esto estaba mal, Naoyuki pensaba que lo que estaba haciendo y sintiendo estaba mal, que iban demasiado rápido. Su cabeza le decía que era momento de alejarse pero sus piernas no se movían, alcanzó a separarse girando su cuerpo pero lo único que logro fue quedar acorralado entre la mesa y los brazos del otro. Sus ojos se perdieron en la brillante mirada del otro. Y sin poder moverse una vez más, solo miro como el pelinegro llevaba un dedo a su boca, chupándolo, saboreando ese chocolate que se encontraba aun en sus manos.

Él ya no podía aguantar más. Yutaka guardaba con mucho desde que lo vio entrar a su cafetería. Por supuesto que le había gustado desde el momento en que lo vio y sorprendentemente comenzó a sentir algo la primera vez que platico, dándose cuenta que tenían muchas cosas en común. Ese había sido el día en que se prometió no recibiría un “no” por respuesta, insistiría hasta que el otro le aceptara sin importar el tiempo que durara.

— Nao, discúlpame por lo que hare… — su cercanía permitía que ambos sintieran la respiración del otro —  pero es que me gustas tanto. — Nao abrió la boca tratando de articular palabra, mas sin en cambio, el asombro era demasiado.

— Yu-Yuta…

Las manos del repostero se posicionaron en las caderas del otro, juntando sus labios de una manera suave. Ambos saborearon el chocolate entre sus labios, Yutaka abrió sus ojos con sorpresa cuando Nao con seguridad se abrazaba a su cuello, cuando era prácticamente jalado para poder profundizar el beso. Juntando y enredando su lengua con la otra mientras con la su ayuda subía arriba de la mesa, no importando la harina, no importando si la ropa se ensuciaba o si alguien entraba.

Solo querían disfrutar el momento con su acompañante de miradas, deseaban que todos esos viernes se convirtieran en visitas diarias, que desde ahora fueran parte de la vida del otro.

— Me gustas tanto… — susurro, siendo correspondido con un beso que robo su aliento.

— Y pensé que nunca lo dirías…


Café para dos…

¿Cuánto tiempo había pasado ya desde que se conocieron? Eso no le importaba a ninguno de los dos. Era una de las tantas veces que amanecía entre sus brazos, el frio del invierno penetraba su piel, esa sensación le hizo recordad parte del pasado, cuando se conocieron y cruzaron una sola mirada. Acaricio el rostro del pelinegro ansiando por que despertara. Kai, como ahora le decía Nao, abrió los ojos lentamente abrazándole, pegando su cuerpo desnudo al suyo, besando la curvatura de su cuello arrancándole leves suspiros. Era tan delicioso despertar de esa manera.

— Vayamos al café. — Susurro — Hoy tengo que preparar algo nuevo. —

— ¿Estás seguro? Aún es temprano y hace mucho frio.

— Estoy bastante inspirado para hacer decoraciones.

Nao hizo unos pucheros adorables mientras se levantaba colgado del cuerpo del otro, repartiendo besos en su rostro. Convencerlo a quedarse un poco más en la cama era difícil, pues el pelinegro rara vez accedía a ese tipo de pedimentos cuando la inspiración llegaba. Se vio arrastrado hasta el baño para así meterse juntos a la tina.

………………………………………………

— ¿Recuerdas nuestro primer beso?

— Lo recuerdo Nao… — dijo, abriendo la puerta.

— Buenos días Joven Yutaka, Joven Naoyuki. — la chica sonrió al verlos entrar tomados de la mano.

— Buenos días Sakí chan. — respondió el pelinegro.

— ¿Esta mañana desean algo o irán directamente a la cocina?

La chica camino detrás de ellos observando como ambos se miraban con los mismos ojos de siempre, con aquel brillo tan especial que solo ellos podían hacer notar. Sin soltarse de la mano, tomaron asiento uno junto al otro en la misma mesa de siempre, en aquella mesa donde tuvieron su primera conversación hace más de cinco años.

Kai miro sonriente a su pareja, jalándolo más, abrazándolo por la cintura, observando como el establecimiento se llenaba a cada minuto, como sus meseros caminaban de una manera apurada. Giro a mirar la ventana. La nieve una vez más cubría parte de la acera de la calle y las orillas de los ventanales se decoraban con una escarcha fascinante.

— Amor… — dijo Nao sacándolo de sus pensamientos.

— Joven Yutaka ¿Desea algún postre?

— Oh… Sweet sin, y Café para dos.

Nao sonrió asintiendo, recibiendo el efusivo beso que su pareja le regalaba. Ambos rieron bajo ante aquel “te amo” que susurraban por igual, para después disfrutar de un exquisito, café para dos… 

~ F I N ~




Nota: Fotografías de los postres
Soufflé ángel, Cafe en crema de Cointreau , Parfait al licor, ChiacchiereSweet  sin (Dulcepecado)




Gracias por siempre leerme...

1 comentario:

  1. ¿Puedo hacerte una pregunta?... –

    - No, no estoy saliendo con nadie. - dijo con una risita al ver el sonrojo del otro – Es una broma, puedes preguntar cualquier cosa –

    Hahahahaha que arrogante xD ok no...

    “El postre es un vicio peor que el alcohol o las drogas, porque esta es legal, no se considera pecado y puede cometerse en público, porque no es acido como el odio y puede seducirte sin tener algo a cambio. Porque es un buen postre y no solo un beso de despedida…”


    Etto me encantó, escribes genial!!! :D

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